Edgardo Garrido Merino (1972)

Definido por muchos como
un hombre dotado de vocabulario y conocimientos, en 1906 publicó sus primeros cuentos en El
Chileno de Valparaíso, paralelamente colaboró en diarios y revistas
nacionales y extranjeras. Estuvo unos años en Buenos Aires y luego ingresó a la carrera diplomática. Fue cónsul en Vigo, Barcelona y Málaga, además de primer secretario de la Embajada en Madrid, donde compartió con la Generación del 98, y más tarde cónsul en Nueva York, manteniéndose lejos de Chile por más de treinta años.
En el plano
literario se dio a conocer por su obra teatral Mis pantalones, pero la crítica coloca sobre el tapete su trabajo
con El chaleco (1911) ambientada en
las salitreras. Más tarde escribió La
partida (1912), Pa’ todos sale el sol
(1912), Siempre Caín (1913) y
La saeta en el cielo (1924). En 1921, fue nombrado presidente de la Sociedad de Autores
Teatrales. En su trayectoria narrativa sobresale El barco inmóvil (1928), El
hombre en la montaña (1933) entre otras.
“Se caracterizó por
ser uno de los pocos escritores que trabajaba el estilo. Y esto se nota y
refulge en la novela antes indicada [El
hombre en la montaña, su obra más significativa]. Llovieron las críticas
elogiosas por el libro en cuestión, resaltando la pureza del lenguaje, su
diafanidad, pulcritud y belleza. Se hacía ver su hispanidad en el sentido del
idioma y por ahí abundan loas en torno a que era un digno nieto de Cervantes
que no reniega de su abuelo”, explica el portal Semblanzas literarias. Enrique Volpe,
agrega en el prólogo de El hombre de la
montaña que “pertenece a una época marcada por la profunda exploración de
los escritores chilenos al alma de Chile; al alma de la tierra y al alma de su
gente”.
En 1972 recibió el
Premio Nacional de Literatura, en tanto, el gobierno de Ecuador lo condecoró
con la Orden al Mérito en el grado de Caballero.