Eduardo Anguita Cuéllar (1988)

A los 17 ingresó a la
facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, retirándose
dos años después, para seguir Filosofía y Letras, carrera que tampoco finalizó.
Su creación literaria
comenzó a los 20 años con el poemario Tránsito
al fin (1934), años después fue traducido al inglés. Colaboró en numerosas
revistas como Ercilla, Plan, Atenea y Zig-Zag, también en los diarios La Nación y El Mercurio, donde destacó con sus columnas en “Artes y Letra”.
Durante su vasta carrera, fue redactor creativo en distintas agencias de
publicidad y en las radioemisoras Agricultura y Minería. A lo que se suma un
intenso trabajo literario que comenzó con Antología
de poesía chilena nueva (1935) junto al escritor Volodia Teitelboim; este
libro provocó muchas críticas y fue un claro aporte al reconocimiento de nuevas
tendencias poéticas, es considerado miembro de la Generacióndel 38. Algunas de sus obras son Venus
en el pudridero (1967), Antología de
Vicente Huidobro (1945), El poliedro
y el mar (1952), La
belleza de pensar: 125 crónicas (1987) y Anguitología (1999). “Se inscribe en la
tradición poética moderna como uno de los poetas líricos de mayor vuelo en el
barroco chileno de mediados de siglo” (Martínez 13). Maximino Fernández agrega
que “es una figura indispensable en el panorama de la poesía chilena de este
siglo... las grandes temáticas tratadas son la femineidad, el eros, el tiempo,
la belleza y la preocupación metafísica religiosa” (516).
En 1955 fue designado Agregado Cultural en México, donde publicó su obra Palabras al oído de México (1960), también se desempeñó como cronista bajo el seudónimo de Osvaldo Guzmán Muñoz. En su larga trayectoria literaria fue galardonado con diversas distinciones. En 1988, recibió el Premio Nacional de Literatura.