La figura humana fue protagonista en la obra de Joaquín Sorolla

Joaquín Sorolla y Bastida es uno de los más destacados pintores españoles del siglo XIX y principios del XX, conocido por su habilidad para capturar la luz y el movimiento en sus obras. Es famoso por sus retratos, escenas de playa y paisajes. “Joaquín Sorolla y Bastida, perteneciente a la fecunda Escuela Valenciana, refrescó y oxigenó el ambiente tradicional que predomina en el arte de final de siglo XIX y enfrentándose a la corriente de la España negra. Aporta un exuberante matiz de luz”, sostiene Ana Teresa Rodríguez et al en “Joaquín Sorolla y Bastida. Vida, obra y relación con Ayamonte”, por ello el sol, el mar, el aire, las sombras, la luz, el paisaje serán elementos constantes con los que actúa.
El pintor nació en Valencia, el 27 febrero de 1863, en el antiguo barrio de pescadores de esa ciudad. A los dos años perdió a sus padres y fue adoptado, junto a su hermana, por su tía Isabel y su marido, que intentó enseñarle el oficio de la cerrajería.
En el Museo del Prado se especializó en el trabajo del pintor Diego Velázquez, cuya admiración es visible en su etapa inicial. “Sus visitas a Madrid, en 1881 y 1882, le permitieron copiar cuadros de Velázquez, Ribera y el Greco”, explica el portal de esa entidad patrimonial. En este período empieza a tomar protagonismo en su trabajo una temática costumbrista de perfil social visible en Trata de blancas (1884) o Aún dicen que el pescado es caro (1894).
En 1884 la Diputación Provincial de Valencia convocó un concurso de pintura, cuyo premio era una beca para completar estudios en Roma, Italia. Sorolla se presentó con Le crit del palleter, obra que causó una buena impresión en el jurado, que le concedió la beca”, añade el portal de Alejandra de Argos. Dentro de sus múltiples trabajos sobresale el de ayudante en el estudio del distinguido fotógrafo Antonio García Pérez, con cuya hija, Clotilde, contrajo matrimonio en septiembre de 1888, cuando aún cursaba su pasantía.
En tanto, “su trabajo combina la pasión por el reflejo del instante y la luz, característica del impresionismo, con aportaciones personales (como la pincelada larga y o el uso de tonos tierra y negros). El pintor también apuesta por reflejar temas de índole social y realista, lo que también le distancia del impresionismo que triunfaba en el resto de Europa. Un buen ejemplo es su obra ¡Otra margarita! (1892)”, agrega el sitio de Alejandra de Argos.
Durante esta época realizó exposiciones individuales por Berlín, Colonia, Düsseldorf y Londres, las que si bien fueron exitosas no tuvieron el mismo impacto que en París, donde en 1900 fue galardonado con el Gran Prix de la Exposición.
Sorolla falleció el 10 de agosto de 1923, en tanto, gran parte de su obra permanece en su casa, convertida en museo, que el pintor poseía en Madrid.