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El trabajo policial en beneficio de la infancia, una actividad que perdura

Si bien los problemas de la infancia en nuestro país se remonta a la Colonia, durante los siglos XIX y principios del XX era frecuente en los sectores populares que los niños crecieran en medio de la orfandad, el abandono y la vagancia. La ley de Protección a la Infancia Desvalida firmada en 1912, marcó el inicio de una política estatal de resguardo de menores en riesgo social. Más tarde, un hito importante fue la promulgación de la Ley de Protección de Menores en 1929, que expresa la voluntad del Estado de responsabilizarse por esta situación.

La labor social en beneficio infantil alcanzó relieve bajo el mando del Prefecto Berrando Gómez Solar quien fundó el Asilo de Niños Desamparados, el 6 de enero de 1921. Funcionaba en un local anexo a la 2ª Comisaría en calle San Isidro, con capacidad para unos 40 niños a los cuales se proporcionaba alimento y abrigo y se les impartían clases de instrucción primaria. Su objetivo era rescatar a los niños de los vicios que podían adquirir en las calles. Se les proporcionaba un uniforme policial adaptado a sus estaturas y contexturas, esto los hacía parecer pequeños guardianes que, con el tiempo, se hicieron habituales en todas las unidades de Santiago.

Algunos pequeños fueron enviados a la Escuela Pública Federico Errázuriz y posteriormente, Escuela República Argentina, a aprender nociones de mecánica, encuadernación, tipografía u otros oficios. Se formó también con ellos una banda de música, que hizo su primera presentación pública en la Plaza San Isidro, el 25 de febrero de 1922. La dirección y administración del asilo quedó a cargo de los jefes de la Comisaría y su mantenimiento fue financiado por erogaciones de los vecinos transformándose en la causa de su desaparición, ya que la jefatura consideró inapropiada para el prestigio de la Policía la forma de recolección de los fondos, así al poco andar el establecimiento benéfico desapareció, no obstante siguió siendo un tema de preocupación en su interior.

En 1923 el Comisario Arturo Venegas Sánchez expuso en la Convención Internacional de Policía, efectuada en Nueva York, el tema “Delincuencia infantil y tratamiento de menores” proponiendo entregar la tuición de los niños en situación irregular a las instituciones policiales, transformándose, probablemente, en el primer intento por regular la solución a un problema de larga data en el país y que soportó una prolongada espera para ser zanjado.

Jorge Rojas Flores en su libro La infancia en el Chile republicano 1810-2010, señala que “tras la formación de Carabineros de Chile en abril de 1927, la nueva Institución buscó potenciar esta función social de la nueva policía. Una circular de la Dirección General de Carabineros, de principios de 1928, es una buena demostración de este espíritu” y continúa el autor destacando que “hubo escuelas anexas a algunas comisarías que funcionaron en ciudades de provincia, como fue el caso de Lota, en los años 40… fue necesario esperar hasta los años 60 para que resurgieran estas ideas de un modo mucho más institucional” (374).

En 1928, el Director General de Carabineros Aníbal Parada Pacheco emitió una circular para estimular la ayuda hacia los más necesitados, aludiendo que nadie estaba más cerca de la comunidad que los Carabineros. La idea era continuar con los albergues pero, en este caso, no sólo serían para muchachos vagos, sino también para hijos de obreros, quienes, producto de los bajos sueldos de los padres, no se podían alimentar, vestir o estudiar adecuadamente. Emulando el ejemplo del Director General, se crearon albergues en las ciudades de Concepción y Antofagasta, con las mismas características: velar por los niños más desvalidos, darles educación y los cuidados que en la calle no encontrarían.

En tanto, a comienzos de la década de 1950 se generó una serie de reformas legales, encaminadas a salvaguardar la situación de los ‘menores en situación irregular’, entendiéndose a éstos como los abandonados por sus familias y en condiciones de extrema pobreza así se comienza a vislumbrar la relación existente entre el concepto de protección y un paradigma correccional inspirado en la moral y en la necesidad de contribuir a su adaptación social.

De esta manera, la Institución tomó la determinación de acoger a los niños desvalidos con el fin darles techo, comida y educación manteniendo la obra generada años antes por la Policía Fiscal de Santiago, creando para ese propósito escuelas nocturnas en las comisarías de la capital, con las cuales dio continuidad a una labor de profundo contenido y trascendencia social orientada a la alfabetización de los niños menos privilegiados. En tanto, a aquellas escuelas no sólo asistían pequeños, sino también adultos y jóvenes que debían trabajar durante el día y por lo mismo no podían concurrir normalmente a estudiar.

Los establecimientos estaban supervigilados por un profesor de Estado y las clases, a cargo de jóvenes normalistas, se dictaban gratuitamente. Para su sostenimiento material se contaba con la generosa ayuda de los vecinos, de los propios jefes, oficiales y guardianes, más con la colaboración de la Inspección General de Instrucción Primaria. Inicialmente, las escuelas tuvieron una asistencia diaria que fluctuaba entre 400 y 500 niños, pero muy pronto aumentó a mil alumnos.

En 1959 el Capitán de Carabineros Alfredo Vicuña Ibáñez, quien servía en la 5ª Comisaría Concepción, dio los pasos decisivos en esta materia tomando como ejemplo la labor de los antiguos policías fiscales, para ello creó un club de menores, origen del primer hogar, cuyo objeto era cobijar niños de la calle, acción que contó con el respaldo de la Dirección General de Carabineros, el aporte de la comunidad y el Ministerio de Educación.

El 10 de octubre de 1963 nace Fundación Niño y Patria, entidad privada de beneficencia, cuyo objetivo fundamental es apoyar a Carabineros de Chile en la protección de niños y adolescentes en riesgo social, a través de programas y campañas. De ahí en adelante la iniciativa no hizo más que crecer, estableciendo hogares de menores en todo el país y generó un cambio no solo a nivel institucional, sino también nacional, ya que, producto de ella, se creó en 1962 el Escalafón Femenino de Carabineros, la Ley de Menores y las comisarías de menores, entre otras obras.

En la actualidad, la Fundación Niño y Patria mantiene algunos hogares, pero, sobre todo, realiza labores de prevención y apoyo al Servicio Nacional de Menores. No obstante, las comisarías de menores siguen existiendo, pero enfocados en la protección de la familia, enfatizando el Rol Preventivo de Carabineros de Chile y abordando temáticas que para la década de 1960, no eran parte de la discusión pública como la violencia intrafamiliar y el maltrato a la mujer.